... y el mar, el mar, aroma suspendido, coro de sal sonora, mientras tanto, nosotros, los hombres, junto al agua, luchando y esperando junto al mar, esperando.
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P.N.
divendres, 30 de març del 2012
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No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas. Pero no hay olvido, ni sueño: carne viva. Los besos atan las bocas en una maraña de venas recientes y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.
Hoy se cumplen 70 años de la muerte de Miguel Hernández. Murió en la enfermería de la prisión de Alicante. Cuentan que no pudieron cerrar sus ojos...
En la muerte del Miguel Hernández
I
No lo sé. Fue sin música.
Tus grandes ojos azules abiertos se quedaron bajo el vacío ignorante, cielo de losa oscura, masa total que lenta desciende y te aboveda, cuerpo tú solo, inmenso, único hoy en la Tierra, que contigo apretado por los soles escapa.
Tumba estelar que los espacios ruedas con sólo él, con su cuerpo acabado. Tierra caliente que con sus solos huesos vuelas así, desdeñando a los hombres. ¡Huye! ¡Escapa! No hay nadie; sólo hoy su inmensa pesantez da sentido, Tierra, a tu giro por los astros amantes. Sólo esa Luna que en la noche aún insiste contemplará la montaña de vida.
Loca, amorosa, en tu seno le llevas, Tierra, oh Piedad que, sin mantos, le ofreces. Oh soledad de los cielos. Las luces sólo su cuerpo funeral hoy alumbran.
II
No, ni una sola mirada de un hombre ponga su vidrio sobre el mármol celeste. No le toquéis. No podríais. Él supo, sólo él supo. Carne sólo para amor. Vida sólo por amor. Sí, que los ríos apresuren su curso; que el agua se haga sangre; que la orilla su verdor acumule; que el empuje hacia el mar sea hacia ti, cuerpo augusto, cuerpo noble de luz que te diste crujiendo con amor, como tierra, como roca, cual grito de fusión, como rayo repentino que a un pecho total único del vivir acertase. Nadie, nadie. Ni un hombre. Esas manos apretaron día a día su garganta estelar. Sofocaron ese caño de luz que a los hombres bañaba. Esa gloria rompiente, generosa que un día revelara a los hombres su destino; que habló como flor, como mar, como pluma, cual astro. Sí, esconded la cabeza. Ahora hundidla entre tierra, una tumba para el negro pensamiento caváos, y morder entre tierra las manos, las uñas, los dedos con que todos ahogasteis su fragante vivir.
III
Nadie gemirá nunca bastante. Tu hermoso corazón nacido para amar murió, fue muerto, muerto, acabado, cruelmente acuchillado de odio. ¡Ah!, ¿quién dijo que el hombre ama? ¿Quién hizo esperar un día amor sobre la Tierra? ¿Quién dijo que las almas esperan el amor y a su sombra florecen? ¿Que su melodioso canto existe para los oídos de los hombres?
Tierra ligera, ¡vuela! Vuela tú sola y huye.
Huye así de los hombres, despeñados, perdidos, ciegos restos del odio, catarata de cuerpos crueles que tú, bella, desdeñando hoy arrojas. Huye hermosa, lograda, por el celeste espacio con tu tesoro a solas. Su pesantez, el seno de tu vivir sidéreo da sentido, y sus bellos miembros lúcidos para siempre inmortales sostienes para la luz sin hombres.
Vicente Aleixandre
Como no habían podido callar su voz...
ni pudieron enterrar su palabra
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Cuando era primavera en España: yo buscaba en el cielo. yo buscaba las huellas tan antiguas de mis primeras lágrimas y todas las estrellas levantaban mi cuerpo siempre tendido en una misma arena, al igual que el perfume, tan lento, nocturno, de las magnolias. Cuando era primavera. ...
E.P.
dimarts, 27 de març del 2012
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No es bueno repetir lo que está dicho. Después de haber hablado, de haber vertido lágrimas, silencio y sonreíd:
nada es lo mismo. Habrá palabras nuevas para la nueva historia y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.
Á. G.
dilluns, 26 de març del 2012
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Regreso del desierto donde he caído mucho; retira la cicuta y obséquiame tus vinos: espanta con un llanto de amor a mis sicarios, cuyos gestos son férreas cegueras de Longinos!
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C.V.
¡Volar sin alas donde todo es cielo! Anota este jocundo pensamiento: Parar, parar el mundo entre las puntas de los pies, y luego darle cuerda del revés, para verlo girar en el vacío, coloradito y frío, y callado —no hay música sin viento—.
Ambmoltíssimesganesde riure,passar-ho béigaudirde les petitescoses.Però éstot tangris quecrec quese m'estàoblidantcom fer-ho. Potser mirant enrere... quan tot era senzill.
divendres, 23 de març del 2012
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Amor, Amor, ¿la jovenesa on és, que ens feia iguals la carn i l'esperit com dues flames d'un mateix delit? Ah, si el desig pogués morir del bes! O fos l'Amor un déu que no envegés el poc de pietat no asservit en els dolços tumults del seu favor ni en el las afalac al seu oblit, Amor, Amor!
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C.R.
dijous, 22 de març del 2012
Dame tu libertad. No quiero tu fatiga, no, ni tus hojas secas, tu sueño, ojos cerrados. Ven a mí desde ti, no desde tu cansancio de ti. Quiero sentirla.
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P.S.
dimecres, 21 de març del 2012
Tonino Guerra, el poeta del cine, muere a los 92 años en el día de la poesía. Gracias por tantos buenos momentos.
La muerte Yo si pienso en la muerte me muero de miedo porque al morir se dejan demasiadas cosas que después ya no vuelves a ver nunca más: los amigos, los parientes, los árboles del paseo que tienen ese olor y toda la gente que has visto aunque sea una sola vez.
Yo quisiera morirme en el invierno mientras llueve en uno de esos días que se hace de noche pronto y por la calle los zapatos se te llenan de barro y la gente se encierra en los cafés alrededor de la estufa.
Cada poema es único. en cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. cada lector busca algo en el poema. y no es insólito que lo encuentre: ya lo llevaba dentro. (Octavio Paz)
Hoy es el día mundial de la poesía. He intentado seleccionar una en especial para este día. No he podido. Las que descartase para quedarme con una sola vendrían luego a reclamarme su protagonismo. Sería injusto.
Sí un recuedo en este rincón a todos los poetas que han desfilado por aquí. A todos y cada uno de los que han sabido crear un mundo en el que refugiarse.
Alfonsina Storni
Ana Ajmatova
Ana María Rodas
Ángel González
Ángela Figuera Aymerich
Anna Maria Moix
Antonin Artaud
Antonio Delgado
Antonio Machado
Arthur Rimbaud
Blanca Wiethuchter
Blas de Otero
Carles Barral
Carlos Edmundo de Ory
Cesar Pavese
César Vallejo
Chantal Maillard
Claudio Rodríguez
Dante Alighieri
Delmira Agustini
Dionisio Ridruejo
Eduardo Galeano
Eduardo Lizalde
Eladio Cabañero
Emilio Prados
Federico García Lorca
Félix Grande
Florentino Huerga
Francisco de Quevedo
Gabriel Celaya
George Moustaki
Gioconda Belli
Gloria Fuertes
Ingeborg Bachamann
Jaime Gil de Biedma
Jaime Sabines
Jesús Aguado
Joan Manuel Serrat
Joan Margarit
Joan Salvat Papasseit
Jonio González
Jorge Guillén
Jorge Luis Borges
Jorge Riechmann
José Agustín Goytisolo
José Ángel Valente
José de Zorrilla
José Hierro
José Manuel Caballero Bonald
Juan Eduardo Cirlot
Juan Gelman
Juan Luis Panero
Julia Uceda
Julio Cortázar
Julio Rodríguez
Konstantino Kavafis
León Felipe
Leonard Cohen
Lina Zerón
Lindsay Kemp
Luis Cernuda
Luis Eduardo Aute
Luis García Montero
Luisa Futoransky
Manuel Altolaguirre
Manuel Vázquez Montalbán
María Elena Walsh
María Zambrano
Mario Benedetti
Max Aub
Meira Delmar
Miguel de Unamuno
Miguel Hernández
Miquel Martí i Pol
Nicanor Parra
Nicolás Guillén
Octavio Paz
Oliverio Girondo
Pablo Neruda
Paul Éluard
Pedro Salinas
Rafael Alberti
Rainer Maria Rilke
Ramón María del Valle-Inclán
René Char
Rubén Darío
Rubén García Cebollero
Stéphan Mallarmé
Tomás Segovia
Vicente Aleixandre
Walt Whitman
Wislawa Szymborska
Llamo a los poetas
Miguel Hernández. España, 1939.
De El hombre acecha.
Entre todos vosotros, con Vicente Aleixandre y con Pablo Neruda tomo silla en la tierra: tal vez porque he sentido su corazón cercano cerca de mí, casi rozando el mío.
Con ellos me he sentido más arraigado y hondo, y además menos solo. Ya vosotros sabéis lo solo que yo voy, por qué voy yo tan solo. Andando voy, tan solos yo y mi sombra.
Alberti, Altolaguirre, Cernuda, Prados, Garfias, Machado, Juan Ramón, León Felipe, Aparicio, Oliver, Plaja, hablemos de aquello a que aspiramos: por lo que enloquecemos lentamente.
Hablemos del trabajo, del amor sobre todo, donde la telaraña y el alacrán no habitan. Hoy quiero abandonarme tratando con vosotros de la buena semilla de la tierra.
Dejemos el museo, la biblioteca, el aula sin emoción, sin tierra, glacial, para otro tiempo. Ya sé que en esos sitios tiritará mañana mi corazón helado en varios tomos.
Quitémonos el pavo real y suficiente, la palabra con toga, la pantera de acechos. Vamos a hablar del día, de la emoción del día. Abandonemos la solemnidad.
Así: sin esa barba postiza, ni esa cita que la insolencia pone bajo nuestra nariz, hablaremos unidos, comprendidos, sentados, de las cosas del mundo frente al hombre. Así descenderemos de nuestro pedestal, de nuestra pobre estatua. Y a cantar entraremos a una bodega, a un pecho, o al fondo de la tierra, sin el brillo del lente polvoriento.
Ahí está Federico: sentémonos al pie de su herida, debajo del chorro asesinado, que quiero contener como si fuera mío, y salta, y no se acalla entre las fuentes.
Siempre fuimos nosotros sembradores de sangre. Por eso nos sentimos semejantes del trigo. No reposamos nunca, y eso es lo que hace el sol, y la familia del enamorado.
Siendo de esa familia, somos la sal del aire. Tan sensibles al clima como la misma sal, una racha de otoño nos deja moribundos sobre la huella de los sepultados.
Eso sí: somos algo. Nuestros cinco sentidos en todo arraigan, piden posesión y locura. Agredimos al tiempo con la feliz cigarra, con el terrestre sueño que alentamos.
Hablemos, Federico, Vicente, Pablo, Antonio, Luis, Juan Ramón, Emilio, Manolo, Rafael, Arturo, Pedro, Juan, Antonio, León Felipe. Hablemos sobre el vino y la cosecha.
Si queréis, nadaremos antes en esa alberca, en ese mar que anhela transparentar los cuerpos. Veré si hablamos luego con la verdad del agua, que aclara el labio de los que han mentido.
Gracias a todos los que están y a los que estarán sin duda a medida que vaya necesitando de sus palabras.