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Si hace veinte años se hubiera preguntado cómo se veía a los 77, probablemente su mirada se habría perdido en el horizonte y se hubiese encontrado un poco más encorvado, con el pelo mucho más blanco, el rostro surcado de arrugas y paseando con su nieto de la mano. Volviendo después a casa donde les esperaría su hija con la mesa puesta y la sonrisa en los labios...
Dimitris Christoulas se ha quitado hoy la vida por pura dignidad. “Soy jubilado. No puedo vivir en estas condiciones. Me niego a buscar comida en la basura. Por eso he decidido poner fin a mi vida”, decía el mensaje que llevaba en un bolsillo.
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