... dejadme la esperanza.
La constatación de que los cooperantes de organizaciones solidarias se están convirtiendo en valores cotizables en otro tipo de bolsas, en otro tipo de mercados.
Son los Goldman Sachs del norte de África, trafican con la buena fe y la esperanza de la gente, la empaquetan como producto tóxico, aunque sea de alta calificación y se lo enchufan a otro gestor para que obtenga mayor rentabilidad. Negocio seguro. Nada nuevo. Cada cual, en esta Era, aporta su granito de arena a la ingeniería de la desregulación neoliberal. Y cada cual lo interpreta como quiere, incluida la interpretación islámica, que también busca sus réditos en la tierra.
Se acercan esos días en que, aunque sólo sea porque la publicidad nos lo recuerda, parece que los sentimientos de amor y solidaridad se respiran en el aire; días de compartir esos sentimientos con los seres queridos. Es probable que Enric, Ainhoa, Rosella, Montse y Blanca, que hacen de ese sentimiento una forma de vida sin necesidad de fechas concretas, pasen las navidades privados de libertad y lejos de casa. Personalmente creo que es tanta la admiración que siento por la labor que realizan personas como Enric, Ainhoa, Rosella; tanta la sana envidia que me produce ver como mujeres y hombres como Montse y Blanca son capaces de cambiar la comodidad de este primer y quejica mundo nuestro por la acción donde realmente se necesita actuar; que no puedo sino tenerles permanentemente en el pensamiento. Es un modo de agradecerles también el que actuen cuando nosotros sólo miramos. Es el deseo -que sé que Rafa García comparte plenamente- de tenerles de nuevo en casa.
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