...
pero ahora que no me llame nadie,
que no quepo en la voz de nadie,
que no
me llamen,
porque estoy bajando al fondo de mi pequeñez,
a la raíz
complacida de mi sombra,
porque ahora estoy bajando al agónico
tacto de un
minero, con su media flor al hombro,
y una gran letra de te quiero al
cinto.
Y bajo más,
a las inmediaciones del aire
que aligerado espera
las letras de su nombre
para nacer perfecto y habitable.
...
E.O.
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